"El enemigo es fuerte, pero nuestro amor por él lo es más". Estas palabras aparecían en la carpa del Port Vell donde, este último 31 de diciembre, comenzó la regata Barcelona World Race. Quince cruceros tripulados por dos personas salieron de nuestro puerto para dar la vuelta al mundo sin escalas. El desafío, impresionante, queda bien patente con el lema citado.De hecho, este lema ha sido usado también ligado a actividades de escalada. No me extraña: el mar y la montaña son ámbitos donde los retos superan claramente las fuerzas humanas, pero la pasión nos lleva a aceptarlos. El lenguaje concreto del lema remite al precepto evangélico de amar a los enemigos (Mt 5,44) y juega con la ironía de tratar al mar como un enemigo. Los amantes del mar sabemos que es a la vez amigo y enemigo: Lluís Llach, en la canción "El meu amic el mar" le trata de amigo, pero también recuerda su furia y su peligro.Sin embargo, para algunos el amor al mar o a la montaña es más fuerte que todo peligro. Ya nos lo advertía hace unos años a los jóvenes estudiantes jesuitas un padre viejo y socarrón, "Recordad siempre: las pasiones humanas son muy fuertes" ¿Mala o buena noticia? Mala cuando la pasión se enfoca hacia el deseo de poseer, acumular, dominar, compararse, destruir. Buena cuando nos invade la pasión por crear belleza, por poner la naturaleza al servicio del progreso, por crear riqueza, por hacer justicia a los pobres, por superar los propios límites, o por conectar íntimamente con la Realidad última de la vida.En todas estas tareas, nos medimos con un ámbito de realidad que es muy fuerte, y que por ello podemos considerar enemigo. Pero si finalmente aceptamos medirnos con él, será que es más amable que temible. Y si llegamos incluso a poner nuestra vida en juego, será que hay algo muy profundo en nosotros mismos que supera todo miedo: "Tu amor es mejor que la vida" - dice el salmista (Sal 62,4).Ojalá que cada persona descubra con qué ámbito de la realidad está llamada a medir su vida; en qué ámbito está dispuesto a poner su vida en juego; a qué "enemigo" debe amar por encima del miedo. Porque esta pasión es buena noticia al mismo tiempo para la propia persona y para una humanidad sedienta de belleza, de prosperidad, de justicia, de paz... de Dios.Ojalá que los navegantes de la Barcelona World Race, que pronto llegan a Barcelona, se hayan medido a fondo con su amigo el mar y vuelvan sabios y salvos a nuestro puerto. ¡Que los vientos os sean propicios!Josep F. Mària, jesuita y profesor de ESADE