Nací en un pueblo asturiano y en una época donde lo normal era ser católico y practicante. Fui bautizada, hice allí mi Primera Comunión y participaba como todos los niños en todas las actividades de la parroquia. Recuerdos que perduran en mi memoria: mi tio sacerdote regaló al pueblo un gran BELEN con figuras que se movían con cuerda; la procesión de Ramos y durante la Semana Santa y toda la cuaresma no podíamos cantar, así el dia de PASCUA éramos muy felices; después el mes de mayo llevando flores y cantos a la Virgen…. Hasta que a los 12 años, por fallecimiento de mi padre, fuimos a vivir a Oviedo.
Mi madre y mi suegra han sido para mí un referente en la vida, muy trabajadoras y muy solidarias. Quizás por eso he tenido siempre un cariño especial por las personas mayores, enfermas y necesitadas. En mi etapa laboral, con poco tiempo libre pues tenía cuatro hijos, ayudé en ARRELS, en el grupo de Bautismo de la PARROQUIA y en el ropero. Al jubilarme, dudé en cómo enfocar mi nueva vida. Por una parte, mi familia (siete nietos), por otra parte, el VOLUNTARIADO, me parecía que si lo hacía era por llenar un vacío, me había quedado viuda. Le pedí al Señor que me ayudara a reordenar mi vida.
Asistí en LA COVA a unos EJERCICIOS DE ORACION PROFUNDA y en el silencio pude darme cuenta de que una nueva manera de vivir era ponerme al servicio de los demás. Me apunté a la escuela de CÁRITAS y empecé mi primer voluntariado en la inauguración del DISA, hace cinco años. Acompañando a las personas que vienen a recoger alimentos, reconozco la presencia de Dios en todas ellas. Entiendo que sobretodo necesitan sentirse escuchadas, respetadas y queridas. También formo parte de la COMUNIDAD DE SERVEIS de Cáritas de Sant Oleguer, donde acompaño a gente mayor que está sola: hablamos, salimos a pasear o hacer la compra.
A consecuencia del Covid-19, en marzo a partir del estado de alarma y por mi edad he tenido que quedar confinada en casa sin poder ayudar físicamente, he aprovechado a hacer llamadas telefónicas a las personas que solíamos acompañar. El DISA no cerró y continuaron dando alimentos con las medidas de prevención, higiene y desinfección habituales, siendo los voluntarios más jóvenes los que iban cada día, estaban muy cansados así que al pasar a fase 2 decidí incorporarme de nuevo en el Banco de Alimentos guardando la distancia física y con mascarilla.
El voluntariado me ha ayudado a conocerme más y tener una actitud positiva ante la vida, con ganas de vivir y ayudar a los demás